Acaricié, uno a uno, los sueños que creamos. Analizando cuidadosamente cada gota de magia que caía sobre nuestro mundo, NUESTRO mundo. Un mundo en el que más de una vez me encontré sola, poniendo mil excusas a las nubes, respondiendo mil por qués a quién sabe qué, intentando contestarme, consolarme, aferrarme a algo. A ti. Intentando aferrarme a ti. Fueron muchas las mañanas, muchas las noches, muchas las tardes en las que lloré al descubrir que, trágicamente, había un final en nuestra historia. Un final en el que nadie me decía que comiésemos perdices para siempre. Te miraba, gritándote con la mirada todo aquello que callé sin saber por qué. Ver como todo se derrumbaba ante mí. Ver cómo te limitabas a ponerme delante & echarme encima uno a uno los pedazos que quedaron de nuestro castilo. Pensar en ti, & nunca en mi, seguí adelante, olvidándolo todo. Pero llegó la hora de ser sincera, de desahogarme. Morir al verte & no abrazarte. Verte & no poder sonreirte. Sentirme culpable de haberte destrozado. Sentirme irremediablemente mal si no te veo reir. Cada día duele más que el anterior, & no son pocas las veces que pienso que lo mejor es retroceder. Pero pienso de nuevo en tí, que le voy a hacer si tú aún tienes toda mi vida & la única parte que yo tengo es la que me grita que al volver sólo te haré más daño. & quiero desaparecer. Me odias, lo sé. A mi también me pasa. Pero tenías razón, soy una niñata. & estoy segura que he sido la niñata que más te ha querido. Me duele tanto, ¿Sabes? Pensar que no habrá otros besos, otros abrazos, otras risas, otros momentos, otras cartas, otras fotos, otras miradas. No habrá una próxima vez, & eso me mata... Claro, que vuelvo a pensar en las cosas que me hacen cambiar de opinión. Porque podemos ahorrarnos dolor. Sabes que es acabar mal por gusto, por el simple hecho de tres sonrisas tontas. Pero me importas demasiado como para hacerte pasar por eso. Perdóname. Me equivoqué. Me equivoqué con la primera mirada que te dediqué.